Acción poética semanal: Vicente Aleixandre
Hoy os traemos a Vicente Aleixandre, uno de los poetas de la generación del 27 más longevos y miembro de la Real Academia de la Lengua. Aleixandre nació en Sevilla el 26 de abril de 1898 pero transcurrió toda su infancia y parte de su juventud en la ciudad de Málaga. Posteriormente se mudó a Madrid, ciudad en la que falleció el 13 de diciembre de 1984. Fue galardonado con numerosos y prestigiosos premios, entre los que se encontraron el Nacional y el Nobel de Literatura; como hemos dicho, además fue miembro de la Real Academia Española durante varios años y se lo considera una figura indiscutible de la poesía de la Generación del 27. El poema «Mano entregada» trata el tema del deseo que se ve dificultada («rehusada») por una frontera (hueso). Se manifiesta la pasión como un deseo interior envuelto por el hueso y por la piel, que distancian a los amantes.
Podríamos comparar este poema a la pintura de Miguel Angel en la capilla sixtina (al menos en tema) es el autor quien poco a poco, transmite el calor de la vida a la mano de su amada, no es un acto violento, sino un dulce acercamiento, casi un toque imperceptible, etéreo, esto lo vemos en la reiteración que el autor tiene por la palabra «mano» y el verbo «tocar» reiterada bajo su forma nominal «toque». Alixandre nos transporta a un mundo no visual, solo las sensaciones, la intimidad del propio autor con la imagen de su amada que pasa por todas las fases.
El autor toma aire a la hora de relatarnos como pasa desde un primer estadio de un leve roce, a la intimidad y el contacto físico pleno, por el cual transcurre la segunda estrofa. La piel, («secretamente entreabierta») se muestra para Alixandre como una puerta al alma de su amada, y del exterior pasa al interior físico y emocional («mi voz penetra hasta tus venas tibias»). Es la lenta transición, casi imperceptible, que hace que el autor se encuentre dominando ese cuerpo, como una evolución natural de ese primer contacto. Es el tacto y el sonido de la voz del autor, lo que inflama a esa mujer que en un principio rehusa. Al final de esta segunda estrofa, el poeta nos habla de como ella se ha doblegada a ese calor que la invade.
Tanto es así que la tercera estrofa no es más que la ratificación de ese elemento. En un primer momento (tal y como nos lo cuenta) el hueso, hace de frontera entre esas dos almas, pero ahora, cuando ella se percata de su propia esencia y naturaleza se entrega al divino placer y al contacto («mientras tu carne entera llega a un instante lúcido/ en que total flamea»). Alixandre acaba de una manera muy sutil, relatando que, si bien en un primer momento, hay distancia, y el contacto empieza muy despacio, ha sido capaz, poco a poco, de llegar a ahondar en ese cuerpo hasta fundirse uno con el otro a un nivel íntimo y profundo («hasta las venas hondas totales donde bogo,/ donde te pueblo y canto completo entre tus carnes») En todo el poema, es la mano (la imagen de una mano silente, silenciosa, sosegada) la mano que se entrega, la que nos lleva y nos arrastra de una manera tan magistral.
Mano Entregada
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia. Tu delicada mano silente. A veces cierro mis ojos y toco leve tu mano, leve toque que comprueba su forma, que tienta su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor hermoso.
Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente entreabierta, por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce; por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias, para rodar por ellas en tu escondida sangre, como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara por dentro, recorriendo despacio como sonido puro ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de mis voces profundas, oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.
Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehúsa mi amor —el nunca incandescente hueso del hombre—. Y que una zona triste de tu ser se rehúsa, mientras tu carne entera llega un instante lúcido en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de tu mano, de tu porosa mano suavísima que gime, tu delicada mano silente, por donde entro despacio, despacísimo, secretamente en tu vida, hasta tus venas hondas totales donde bogo, donde te pueblo y canto completo entre tu carne.