Acción poética semanal: José de Espronceda
- Borja Marín
- 15 abr 2016
- 4 Min. de lectura

Hoy traemos a José de Espronceda, autor de la famosa «Canción del Pirata» obra que (Quién más quién menos) es conocida por todos, al menos los primeros versos.
Como su nombre indica, la “Canción del pirata” es el canto de un pirata en el que el protagonista nos relata sus andanzas en la piratería marina, nos exalta su audacia y la de su barco pirata, que en ocasiones se torna en su interlocutor, al que le dirige palabras de ánimo y valor frente al enemigo que siempre está en acecho.
La canción del pirata es uno de los poemas más famosos de la época y de la literatura española. Se publico en 1846 en «Poesías» (un volumen fabricado por los amigos de Espronceda después de su muerte). Es una de las cinco canciones dedicadas a seres marginados. Espronceda escribe sobre los piratas (en este caso) para protestar contra la sociedad en la que vive, en la primera mitad del siglo XIX el absolutismo domina el panorama político y social y, como consecuencia, se están empezando a suceder las primeras revoluciones en favor de la consecución de los derechos que por naturaleza pertenecen al ser humano que están anulados y en la que el liberalismo está ganando cada vez más terreno a los monarcas absolutistas. Por eso elige al pirata, que es un personaje muy romántico y que, tal y como vamos a ir viendo a lo largo del poema, se opone a todo lo que asuene a autoridad y cercenamiento de las libertades.
El poeta hace gala, en esta obra, de un exacerbado individualismo y subjetividad. El pirata es independiente, fiel a sus propias ideas, sin que le importen las de los demás. La vida del pirata empieza con mucha energía y alegre (puede verse en el ritmo de canción, que grupos como Tierra Santa ha versionado). Debajo todo esto encontramos la protesta del pirata, y a través de él, Espronceda expresa sus ideas; valora el contacto con la naturaleza; desprecia la sociedad, las leyes, las ambiciones, la riqueza, la muerte; exalta la libertad con las ideas principales del romanticismo revolucionario: «Qué es mi Dios, la libertad»
La alternancia de versos, octosílabos y tetrasílabos, agiliza mucho las estrofas hay ausencia de adjetivos pero este hecho responde a que el poema que busca rapidez por ello se centra en sustantivos y verbos, con gran connotación de movimiento, hay simplicidad sintáctica; es de destacar la sonoridad y musicalidad de estos versos potenciados por la rima consonante y en ocasiones aguda, el exotismo, típicamente romántico, también está presente al situar el barco en Estambul, también aparece esa naturaleza romántica desapacible (trueno, mar violento).
Por último tenemos el archifamoso estribillo «Que es mi barco mi tesoro... mi única patria la mar» en el que se exalta la máxima del ideal romántico: la libertad, la posesión libre de lo infinito y el idealismo: no considerando mayor tesoro nada más que su barco, su compañero de aventuras; su único dios es la libertad; sus leyes, la fuerza y el viento y su patria el mar infinito.
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín;
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
Y allá a su frente Estambul:
-Navega, velero mío,
sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

A la voz de ¡barco viene!,
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo sacudí.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento,
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
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